¿Cómo nos dió a mi "cuñao" Lucas y a mí por meternos en esta movida de restaurar una máquina arcade de videojuegos (como la de los bares, tendemos a especificar) con el objetivo además de que pueda albergar prácticamente TODOS los juegos de la época? La respuesta no es fácil, y en mi caso la historia podría comenzar con una imagen:
Este bicharraco, que parece que sirva más para tomar la tensión que para jugar, es una CONIC TV SPORTS, una consola de primera generación (las llamadas tipo "pong", es decir, que no daban más que para dibujar en la tele unas rayas y un puntito que rebota, o a lo sumo un punto gordo al que poder disparar) que entró en casa calculo que por finales de los 70 y principios de los 80 y que, aunque suene a frase hecha, realmente cambió mi vida.
Después vinieron otras máquinas, de las que ya hablaremos seguramente por aquí (Lucas, que es más jovenzuelo que un servidor, comenzó en este mundillo con la mítica Atari 2600, que en mi caso fue la sucesora del trasto este), pero la verdad es que a lo largo de aquella época (hablo de los años 80 y 90), por muy potente que fuese la consola o el ordenador que tuviésemos en ese momento, NADA se podía igualar a la experiencia de jugar a las máquinas de los bares. Evidentemente, el "ingrediente secreto" estaba en el extra de emoción que suponía saber (o mejor dicho: sentir) que para batir ese deseado récord o superar aquella maldita fase tenías unos recursos muy limitados: las monedas de cinco duros correspondientes a la "paga" semanal.
La verdad es que no sé cuáles de esas dos posibles causas (seguramente ambas estén relacionadas) hicieron que comenzase no hace mucho a interesarme más por el mundillo "retro" (aunque siempre me había llamado la atención el tema de los emuladores) y a brujulear por páginas como marcianitos.org (ya desaparecida y convertida en mito en la red), retrovicio, arcadeforever, etc., hasta el punto de suscribirme a las listas de ebay de subastas de máquinas arcade y de pinball (la mayoría a precios desorbitados para lo que yo considero un capricho).
La idea entonces era que, consciente de que no tengo ni tiempo ni habilidad para llevar a cabo esos proyectos de restauración que veía por ahí, me tocase la quiniela y que a su vez se pusiese a tiro una máquina ya restaurada y funcionando. Bueno, si soy sincero, en realidad mi sueño inicial era tener algún día este mastodonte en el garaje:
Este monstruo se llama Fish Tales, una máquina de pinball (o de petacos, que llaman por aquí) que fue la principal culpable de que me saltase un día sí y otro también la clase de Administración de Empresas en la Universidad (y digo "la principal" porque los otros culpables eran, a la par, el profesor y la hora de la sobremesa a la que se impartía la asignatura, un cóctel mortalmente somnífero que no había ser humano que resistiese).
No obstante, el posterior hallazgo del maravilloso Visual Pinball, unida a una conversación con mi cuñao Lucas que se interesó mucho en el tema (y que además sí tiene la habilidad, el conocimiento y el tiempo para abordar un proyecto de restauración) hicieron que cambiase de idea y nos planteásemos un objetivo más práctico y alcanzable: restaurar, junto con Lucas, una máquina arcade y convertirla en un potente multiemulador multiorgásmico (petacos incluídos, ejem.)
Y el destino hizo el resto
Pasaron algunos meses y de vez en cuando aparecía el tema de conversación con Lucas (mientras nuestras mujeres nos miraban un poco perplejas, todo hay que decirlo), hasta que un día, a mediados de Noviembre, apareció este anuncio en mi bandeja de entrada:
Vendo video recreativa, 175 Euros, video funny perfectamente funcionando, y te regalo otro módulo para que lo conviertas en doble, o te sirva de repuesto. Recogida en Écija (Sevilla), preguntar por Paco León.
¿¿¡¡ 175 Euros !!?? ¿Dos máquinas?¿En Sevilla? Esto será una coña, seguro que llamamos y se pone uno imitando al Luisma, el de Aída (¿os creéis que el Luisma es tonto o qué...?). Pero no, resultó que Paco León es un buen hombre que estaba desmantelando (con cierto pesar, intuímos) su emporio en declive de máquinas tragaperras y que no sólo se ofreció a traernos las dos máquinas a casa (Lucas estaba convencido que "con unos buenos amarres" nos la traíamos de Écija en la baca del Seat León), sino que además nos preparó ambas máquinas para que pudiesen funcionar de forma independiente, prescindiendo del monedero (muchos puristas del mundo retro se rasgarán sus camisetas de Naranjito al leer esto, pero lo cierto y verdad es que nosotros no queríamos el monedero para nada).
Y de esta forma tan inesperada comenzó nuestra aventura...